Un combate extraño y fugaz dio lugar a una de las imágenes más importantes en la historia del deporte mundial. Capturada un 25 de mayo de 1965, repasamos su historia.
1965, 25 de mayo. El campo de hockey escolar St. Dominic’s Hall en Lewiston, Maine (Estados Unidos), esperaba por la revancha entre un joven Muhammad Ali —anteriormente conocido como Cassius Clay— y Charles “Sonny” Liston, el duro boxeador que perdió el título mundial en manos del primero.
Primer combate
Exactamente un año y tres meses antes (25 de febrero de 1964) Cassius Clay y Sonny Liston, campeón del mundo en categoría pesos pesados, se vieron en el ring por primera vez.
Liston se caracterizaba por golpear fuerte y no tener piedad en el ring. De hecho, humilló en dos ocasiones a Floyd Patterson, boxeador a quien despojó del título mundial. Previamente tuvo un paso por la cárcel en la década del ’50 y trabajó como matón para la mafia. El joven Clay, que venía de ganar una medalla de oro en Roma 1960, sabía a quien se enfrentaba y por ello trató de preparar una estrategia distinta. Así, se concentró en desenfocar mentalmente a Liston, desde los días previos del combate, pasando por una teatral ceremonia de pesaje, hasta en el cuadrilátero mismo.
Pese a tener a los periodistas, fanáticos del boxeo y apuestas en contra, además de combatir una ceguera en el cuarto asalto (se dice que untaron en los guantes de Liston un líquido para aturdir a su rival), Cassius Clay derrotó a Sonny tras retiro de este en el séptimo round, quedándose así con el título mundial de los pesos pesados.
En caso de que el título cambiara de dueño, los representantes de ambos boxeadores acordaron que habría revancha. Como así fue, el segundo enfrentamiento se programó para noviembre de 1964.
Ali – Liston II y la foto que pasó a la historia
Para no volver a caer ante el medallista olímpico, Liston se preparó con todo, incluyendo sesiones en un club de karate y yudo. Ali (ya había cambiado su nombre a esa altura) siguió siendo constante en su entrenamiento, y además se vio favorecido por la madurez física que fue adquiriendo. Sin embargo, a tres días de la revancha, Muhammad tuvo que ser operado de urgencia por una hernia inguinal, lo que obligó a reprogramar el combate para el 25 de mayo de 1965.
Suena la campana. Ali, que parece no mostrar defensa alguna, espera a Liston y lo esquiva con comodidad, girando por todo el cuadrilátero en sentido del reloj. La escena se repite por poco más de un minuto y medio. Ahí, viene lo inesperado. Sonny Liston ataca con su izquierda, Ali lo esquiva y rápidamente lo golpea en la sien. Liston se desploma inmediatamente y se salva de ser rematado por otro golpe de su oponente al caer.
En ese momento, fuera del cuadrilátero en St. Dominic’s Hall, Neil Leifer, fotógrafo que trabajaba para la revista Sports Illustrated, aprovechó su ubicación perfecta e inmortalizó a Ali con su mano derecha a media altura y postura desafiante, mientras Liston seguía aturdido en la lona.
“Aún no disponíamos de la supertecnología, pero en los principios de la carrera de Ali la situación, para los fotógrafos, era mejor de lo que sería años más tarde. Había tres cuerdas, no cuatro. Había menos luces, de modo que el fondo salía negro. No había publicidad de coches o cervezas en los faldones del ring. La gente fumaba y el humo ponía un toque dramático en el ambiente. Y todo esto fue antes de que la televisión se deshiciera de los flashes, para poder iluminar más dramáticamente. Las imágenes eran más poéticas entonces”, relató Leifer en Rey del mundo: Muhammad Ali y el nacimiento de un héroe americano (Debolsillo), de David Remnick.
“El boxeo, para el fotógrafo, consistía en adelantarse”.